¿Y si nos tomáramos el tiempo —como rara vez hacemos— de recorrer de un lado a otro las calles de una ciudad tan excepcional como París?

París... su propio nombre evoca sueños, ideales y emociones. Incluso a un parisino. Pero París también es, en un sentido más mundano, una especie de catástrofe cuyos urbanistas parecen decididos a convertir en un embotellamiento. Aun así, el coche es lo único que puede transportarte con facilidad de un barrio a otro, de un mundo a otro. Sobre todo, de noche.

Coche en un túnel

El vals de Vendôme

Nos deslizamos por las calles, revoloteando entre estos dos mundos tan diferentes: por un lado, la plaza de la Bastilla, santuario de la revolución y todavía punto de encuentro de airados manifestantes; por otro, la plaza Vendôme, con sus palacios y joyerías, hermosa pero reservada, ligeramente fría y almidonada, nostálgica de los días del imperio.

Ambos mundos están a apenas seis minutos de distancia, separados por la Rue Saint Antoine, Rue de Rivoli y Rue de Castiglione. La última de estas calles gira repentinamente hasta desembocar en un enorme parqué adoquinado, liso como una pista de baile. Aquí, uno se siente sumamente tentado a trazar un vals con el coche alrededor de la columna de Vendôme, situada en el centro de la plaza.

Y entonces llega ella. La Torre Eiffel. Todo el mundo conoce su inconfundible silueta, pero aun así, asombra su grandiosa presencia. Desde el puente de Bir-Hakeim, construido con hierro remachado, la Torre Eiffel parece tener el tamaño perfecto, en perfecto equilibrio con su entorno.

Pero aunque desearía quedarme y contemplarla, tengo aún por delante otra famosa creación humana que probar: el Bulevar Periférico de París. Lo cierto es que en ella no hay mucho que admirar, a menos que contemos salir de la carretera para cruzar uno de sus muchos puentes. Cuatro son peatonales y 17 transportan líneas de ferrocarril y de metro.

Nos desplazamos por cada uno de ellos con un pequeño toque de acelerador, y vemos las dos orillas de París juntas. Pont-Neuf, el puente más antiguo de la ciudad. El puente de Alejandro III, con toda su extravagancia barroca, que lleva desde los Campos Elíseos hasta Los Inválidos y la tumba de Napoleón. O el puente de Grenelle, en cuyo embarcadero central se levanta el modelo de la Estatua de la Libertad, asomándose, como el mascarón de un barco, hacia su hermana mayor en Nueva York.

Torre Eiffel de París

Líneas difuminadas

Durante mucho tiempo, las dos orillas de París mantuvieron una absoluta posición enfrentada. En la orilla izquierda estaban los artistas, los estudiantes y los antisistema; en la derecha, la Bolsa, los barrios más hermosos y el París regio.

En la actualidad, esa distinción se ha desdibujado. En la orilla izquierda se encuentran varios ministerios, y el arte moderno ha pasado mayoritariamente a la orilla derecha.

A la avenida más hermosa del mundo según los franceses, que, cuando se trata de su patrimonio nacional, no destacan precisamente por su modestia. No obstante, es posible que los Campos Elíseos decepcionen al visitante. Para empezar, es un lugar que nunca está del todo vacío, incluso de madrugada, y las pocas vías de servicio que antaño lo recorrían y permitían ir en coche a ver sus escaparates han desaparecido.

El Periférico de París es la carretera más transitada de Francia. Cada día, los habitantes de la ciudad pierden en él horas en una agotadora procesión de marchas y frenazos. Pero de noche, por supuesto, es una carretera despejada de tráfico. Su limitación de velocidad de 80 km/h no la convierte precisamente en el circuito de Magny-Cours, pero es un contraste notable con el límite de 50 km/h vigente en las principales avenidas de la ciudad. Con el control de velocidad crucero activado, se tarda media hora en completar una vuelta. Rodeo la ciudad, como un avión aproximándose a tierra, y elijo un nuevo punto de aproximación entre las 36 puertas de entrada de París.

Cada calle de París tiene una historia que contar, y el automóvil ha sido el compañero de viaje perfecto para escucharlas. Y me paro a pensar: ¿qué otras facetas de París nos daría tiempo a visitar antes de que amanezca?

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