Han pasado casi 25 años desde la caída del socialismo, y el centro de Varsovia está animado... Lleno de bares. Lleno de restaurantes. Lleno de gente. Parece el momento perfecto para explorar las calles de la ciudad, mientras sus habitantes profundizan en su pasado y celebran la identidad cultural de una urbe cuya personalidad está cambiando rápidamente.

Mientras circulo por el centro de Varsovia, conduzco y observo con especial cautela. Pero no porque la noche sea oscura como el azabache ni por las hordas de noctámbulos visitantes de museos, sino por «aquellos» con quienes hoy me toca compartir las calles. Esta noche, los autobuses y tranvías antiguos, recuperados para la ocasión, y las hileras de automóviles clásicos forman un encantador telón de fondo.

Gente sentada en un restaurante

Orgullo polaco

Han pasado más de 20 años desde mi última visita como estudiante a la antaño aletargada ciudad socialista. Es impresionante ver cómo ha cambiado Varsovia desde entonces. En la actualidad, la capital de Polonia está animada y llena de vida a cualquier hora del día o de la noche. Y nunca habría sospechado que este podría ser el caso.

Esta noche me percato de que esta ciudad, antes provinciana, situada en la frontera del Bloque del Este, se ha vuelto bulliciosa y apasionante. ¿En qué otro lugar del mundo se pueden encontrar una mezcla de estilos y un eclecticismo arquitectónico como los del centro de Varsovia? El realismo social se mezcla con el art nouveau y con verdaderas joyas del barroco. El Palacio de la Cultura y la Ciencia, pese a ser considerado como ordinario o incluso feo por algunos habitantes, constituye un extraordinario ejemplo de arquitectura estalinista, difícil de encontrar fuera de la Unión Soviética.

Nos desplazamos por la Ruta Real hasta el barrio de Powiśle, donde los sonidos del jazz, el rock o el blues emergen a través de las puertas abiertas de los bares e invitan a los transeúntes a entrar. Pero solamente cuando conduzco por los barrios de la ciudad antigua (Stare Miasto) y la ciudad moderna (Nowe Miasto), me doy cuenta de que Nueva York no es la única ciudad que nunca duerme. Lo único que las diferencia es que la arquitectura de Nueva York no es, en absoluto, tan contradictoria como la de Varsovia.

Coche en la calle a medianoche

Varsovia bajo una nueva luz

Puede sonar extraño, pero la iluminación callejera supuso una novedad para una ciudad en la que, antiguamente, uno debía llevar consigo una linterna, e incluso los no fumadores solían llevar cerillas consigo para poder encontrar la parada de autobús en la más absoluta oscuridad. Hoy, Varsovia es una urbe bien iluminada y con unas noches muy agradables, ya que la cálida luz de las farolas alumbra cada esquina.

Aunque todavía comparto la calle con algunos pocos coches (el silencio absoluto solo se alcanza entre las 4 y las 5 de la mañana), conduzco por cada uno de los puentes para observar estas magníficas estructuras. Aún queda suficiente luz para contemplar las vistas, y las luces resplandecientes de la ciudad brillan sobre el río como estrellas en el cielo.

Hay dos puentes colgantes especialmente encantadores: el Świętokrzyski y el Siekierkowski, aunque quienes tengan un espíritu más artístico se sentirán probablemente más atraídos por el puente Poniatowskiego. Las impresionantes estructuras de acero que lo sustentan, bastante inusuales, causan una gran impresión.

Cuando concluyo este circuito secreto por Varsovia, el sol está comenzando a calentar las calles, y me hace recordar que llevo toda la noche en vela, pero me siento cansado. De vuelta a casa, me siento animado al saber que esta ciudad, antaño un erial turístico, ofrece ahora atracciones para todos los gustos. Visítela usted también algún día. No le decepcionará.

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